La combinación de sacrificio y corrupción ha creado un circuito infernal de emociones, de desazón, de crítica y de malestar profundo. No se puede romper con la relación de los éxitos y la promesa de que habrán aún más. Que el sacrificio ha valido la pena es indudable pero no consigue hacer desaparecer el malestar ciudadano. El runrún social. La congoja interior. La regeneración democrática no es un eslogan. No es, incluso, una reivindicación. Es la exigencia de otro estado de la Nación, la de los ciudadanos, no la de los resignados por el éxito de los sacrificios, la de los que se han puesto una venda con la que tapar la herida de la moral y de la dignidad colectivas porque, lamentablemente, los ojos ante el espectáculo no se pueden cerrar.No se pueden cerrar si eres medianamente decente. Hay mucha gente que puede, lo hace y jamás va a plantar cara a lo que hay si eso puede significarle problemas. Y hay más de los que pensamos.
Pero no puedo sino dar la razón al autor. Es más que necesario que se imponga ese concepto de Nación, el de los ciudadanos y no el de las tarjetas black.