El medio australiano Fairfax informó el pasado día 9 que el chaval "delgado y con cara de niño" era en realidad un joven de 18 años llamado Jake Bilardi, el mismo converso e inusual combatiente islamista apodado por el ISIS "Abu Abdllah al Australi" que según dicho grupo se inmoló este miércoles en Ramadi, en la provincia iraquí de Anbar.
Consultados por diarios y televisiones australianas, ninguno de sus antiguos compañeros de escuela podía creer que aquel chico al que algunos apodaban "Jesus" por su rostro angelical y pelo largo, que todos describían como "introvertido", sujeto de burlas y acoso, y especialmente bueno con las matemáticas, había terminado alistándose en las filas del IS.
Debería hacer reflexionar su caso a todos los que, en época escolar, no defienden a niños en su misma situación. ¿Es el acoso escolar la única razón por la que un adolescente se suicida a tropecientos mil kilómetros de su casa? Seguramente no, pero la sensación de no pertenecer al lugar donde uno está, es a veces definitiva en el intento por buscar otro sitio al que personas con sus características sí encajen. En la adolescencia, la mayoría estamos muy perdidos: cualquier sinvergüenza les puede comer el tarro.
Hay una pregunta que sigue sin contestarse: ¿por qué no se suicidan los jerarcas jihadistas, si están tan seguros de que van a ir al paraíso lleno de huríes en pelotas, pero convencen a cualquier pobre descerebrado para que lo haga?
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